La tecnología actual lo permite, y los grupos inversores (Google, Amazon, DHL, Facebook…) que desarrollan los drones, lo desean. Pero la imagen del cielo de nuestras ciudades surcado permanentemente por cientos de pequeños drones llevando pizzas, libros o cosméticos a sus destinatarios, está lejos de producirse.
Las regulaciones, las de seguridad, las medidas antiterroristas, la limitación del peso y la problemática del último kilómetro –¿qué pasa si el receptor no está en su casa? – impiden hoy por hoy esta posibilidad en nuestras zonas urbanas o urbanizadas.
No obstante, en espacios muy poco poblados y de acceso complicado como montañas, zonas boscosas o islotes no muy alejados de la costa, los drones están demostrando su utilidad a la hora de hacer llegar medicamentos y pequeños recambios urgentes.
Otra historia muy diferente son los grandes depósitos logísticos y los espacios abiertos de almacenamiento de acceso restringido. Ahí sí, en esos entornos sí que ha nacido un romance que va a ir más allá de lo que duran unas vacaciones.
Veamos dos muestras:
Maersk Chile anunció hace pocos meses que gracias a los drones habían podido prescindir de diez empleados de seguridad que se ocupaban de vigilar que no se produjeran accidentes en su explanada de contenedores de San Antonio.
Estos colaboradores controlaban que no hubiera personas ajenas por las zonas donde circulan las grandes máquinas (chóferes de camión en espera del contenedor inocentemente despreocupados, inspectores de aduana desorientados en el cumplimiento de su deber o raterillos oportunistas), revisaban la seguridad de las estibas y observaban por si se producían señales alarmantes provenientes de los contenedores llenos y otras funciones relacionadas. Todas estas supervisiones han pasado, en año y medio, a ser ejecutadas de forma eficiente por drones.
En un guiño a la posible sensibilidad social de algún cliente, Maersk añadía en su comunicado que los diez empleados desbancados por los drones habían sido asignados a tareas menos peligrosas.
Por su parte, Walmart -americana, neoliberal y sin complejos- nos informa triunfalmente que un solo dron está haciendo el trabajo que hasta ahora requería el esfuerzo de cincuenta personas.
Se refiere a los trabajos de inventario continuo en sus gigantescos almacenes en los EEUU. Una flotilla de drones con visores de lectura de código de barras sobrevuela permanentemente las inacabables estanterías metálicas guiados por programas diseñados para el control de stocks.
Según Walmart, un solo dron escanea 600 pallets por hora. No es broma.
Y no solo eso, los aparatillos volantes no tripulados pueden complementar a las cámaras de seguridad en esa tarea y además están realizando, de forma incipiente, operaciones de picking en fraternal cooperación con los robots.
Las Non-human Companies están por llegar.
Anécdotas de drones
Gatwick. Tres días antes de Navidad, el segundo aeropuerto inglés, estuvo paralizado dos días por vuelos de drones no identificados cerca de sus pistas.
900 vuelos suspendidos, 120.000 pasajeros afectados, 2 detenidos puestos en libertad sin cargos a las pocas horas y recompensas monetarias importantes para quien aportara información… resultado: nada de nada
¿Qué podemos esperar?
Una limitación para que los vuelos de drones sean autorizados en zonas pobladas es que si se estropean en vuelo pueden causar daños a personas al caer.
Una nueva generación de drones dotados de paracaídas ya está a punto.
VR Mercante